lunes, 6 de noviembre de 2006

Real Madrid-Celta: la contracrónica

Lento pero seguro. Así es como llega una crónica que me he visto incapaz de escribir nada más finalizado el encuentro. Entonces la sangre me hervía, las venas de mi cabeza parecían troncos de algarrobo y la mala hostia me impulsaba a flagelarme tragándome la gala de Operación Triunfo. Un valiente, sí señores, pero hete aquí que mi cuerpo dijo basta, y caí sumido en un profundo y placentero sueño: la cara de Cíbeles, y en ella reflejado el color de la victoria, imágenes gloriosas venían a mi cabeza. Y de buenas a primeras una voz, la de un gorrino entrando el matadero mientras destripa la canción de cualquier artista norteamericano, me devolvía a la cruda e infeliz realidad futbolística: el Madrid había perdido.
Ronaldo en disputa con Iriney
El Celta volvió a convertirse en el primer verdugo del año en el Bernabéu. Con un fútbol más efectivo que efectista, los de Vázquez fueron capaces de rechazar las acometidas del rival y de poner en práctica un demoledor contraataque que, ejecutado con precisión, acabó knockeando a un Real Madrid que no quiso conformarse con el empate. ¿Les ha gustado? ¿A que por un instante han creído estar delante del AS? Estábamos convencidos de ello, sin embargo esto es Rafa NMJ y los nuestro es dar sera, pulir sera, que decía el Señor Miyaggi (Pat Morita) de Kárate Kid, y no conformarnos con cursiladas recién sacadas de la facultad de Ciencias de la Información.

Así pues, iremos directos al grano: ¿qué hostias pasó en el Bernabéu?

Para el que no viera el partido, sirva este dato como referencia: el Madrid recuperó 74 balones, y perdió 84. De dos de esas pérdidas llegaron los goles del Celta, que se clavaron como puñales en los corazones del madridismo, porque lo cierto es que el Madrid no jugó del todo mal. No jugó del todo mal, pero perdió, y perdió porque el fútbol de Capello es engañoso. La estructura, con el doble pivote Emerson-Diarra por delante de la defensa, es la que se estila en el fútbol moderno, si bien cuando uno quiere tener el balón debe saber qué hacer con él. Y por desgracia son demasiadas las ocasiones en las que la clarividencia de Guti no puede ser la única respuesta a nuestras oraciones.

JOR 09 - Real Madrid - Celta
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Anoche se volvió a demostrar que los mediocentros se estorban, pues Emerson jugó mejor solo que acompañado por un Diarra que dista mucho de ser el del Lyon. Ambos son jugadores de calidad limitada sobre los que sin embargo se hace recaer buena parte del juego del equipo, lo cual entra en franca contradicción con sus características como futbolistas. Tener el balón es la mejor garantía para no tener que recuperarlo, pero es verdad que si lo vas a perder, qué mejor que situar dos picapedreros para que corran detrás de él. Así funciona el Madrid: con dos picapedreros que pierden el balón y que luego luchan por recuperarlo.

El Celta, como era de esperar, sacó ventaja de esas pérdidas del Madrid y, además de los goles, de bellísima factura, realizó un disparo al travesaño y pudo haber dejado sentenciado el encuentro en la primera parte si el árbitro hubiera señalado penalti en un derribo de Casillas a Nené. Por su parte, el Madrid logró equilibrar el resultado justo antes de que llegara el descanso, y a Emerson, autor del gol a la salida de un córner, debieron volverle a la cabeza aquellas palabras de Bernabéu en las que explicaba qué era la afición: una pandilla de hijos de puta cuando las cosas van mal. Y así es, porque el gol del brasileño se cantó como si lo hubiera marcado Hugo Sánchez, pese a que desde el minuto uno se le había estado pitando.

Con el descanso, el Madrid supo rearmarse, y volvió a saltar al césped más enchufado que en todo lo que llevamos de temporada. Los cambios de Capello fueron incomprensibles, esencialmente porque no concuerdan con sus postulados, pero lo cierto es que la entrada de Van Nistelrooy por Diarra y de Reyes por Robinho (ambas sustituciones realizadas tras el descanso) sirvió para darle más profundidad al juego, y para demostrar que Ronaldo y Van Nistelrooy pueden hacer daño si coinciden en el campo algo más que 20 minutos por partido. De ahí que no se comprendiera la entrada de Beckham para quitar a El Goldo, porque si algo no se le podía reprochar a Ronaldo era actitud sobre el terreno de juego.

El segundo gol del Celta vino precedido de una pérdida de balón de Reyes, que pretendía regatear a su sombra mientras lanzaba besos a la grada desde la frontal del área de Casillas. Entonces era ya demasiado tarde para remontar, y los madridistas asistíamos incrédulos a la primera derrota de la temporada en el Bernabéu.

Una única reflexión se nos viene a la cabeza:

Este Madrid empieza a preocupar, y recuerda más a una versión remasterizada de Paquito ‘el Chocolatero’ que a la canción del año. Es verdad que anoche se vieron mejores notas, acordes más afinados que los que se venían escuchando últimamente, pero era sólo cuestión de tiempo el que se produjera una derrota como la de ayer, porque este Madrid no es uno, sino dos: uno que defiende y otro que ataca. Hasta ahora los resultados estaban engañando al aficionado, que consentía el fútbol de opereta si a cambio se goleaba al Steaua de Bucarest o se ganaba al F.C. Barcelona. La «conjura de Getafe», perfectamente explotada por los medios de comunicación, ha durado apenas un mes, y todo hace indicar que deberá renovarse periódicamente si no se quiere seguir perdiendo puntos que por nombre y entidad deberían caer del lado del Madrid.

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