sábado, 4 de noviembre de 2006

Elecciones en el Madrid: el recuento de la lechera.

Si el Real Madrid fuese un país, sería, muy probablemente, una de esas repúblicas bananeras en las que los designios del poder quedan reservados para cuatro amiguetes, que con un discurso populista y un golpe de estado a modo y manera de elecciones amañadas han logrado salir dedocráticamente elegidos para gobernar.

Algunos, con la ilusión del quinceañero que acaba de tocar la primera teta, pensábamos que los tiempos del caciquismo se habían terminado, pero por desgracia, el tercermundista proceso electoral del pasado mes de julio nos devuelve a la cruda realidad: el Madrid sigue en manos de los golfos de siempre, por eso a uno le entran ganas de descojonarse cuando le dicen que el Madrid es propiedad de sus socios y aficionados.
Elecciones Real Madrid
La Ley del Deporte, culpable en buena medida de todo este desaguisado, es una chapuza. Y es que si quieres concurrir a las elecciones, esta ley te obliga a avalar con tu patrimonio personal el 15% del presupuesto de la entidad deportiva, siempre y cuando ésta no tenga la categoría de Sociedad Anónima, lo que hace imposible que el 99,9% de los socios pueda acceder al cargo de presidente. Estamos hablando de un club cuyo presupuesto ronda los 300 millones de euros, y no sé ustedes, pero yo no tengo por costumbre salir a la calle con 45 kilillos del ala metidos en el bolsillo, así que, ¿quién puede presentarse a las elecciones? Pues un reducido e irreductible número de personas que, por lo general, tienen un trasfondo bastante oscuro, por mucho que se empeñen en convencer al aficionado de que ellos son tan, tan, tan madridistas que incluso se tatuarían el escudo en la bolsa escrotal.

El discurso populista
Responsabilizar a los socios de haber votado a uno u otro me parecería una obscenidad. Las opciones eran las que eran, y por tanto cualquiera que quisiera ejercer su derecho al voto tenía que elegir entre uno de los cinco candidatos. O eso, o votar en blanco, algo que, en este caso, hubiera demostrado el mayor amor por los colores que aficionado alguno jamás haya sentido. Pero después de tres años de miserias, el discurso populista cala, y el aficionado acostumbrado a comer beluga anda cansado de las galletas con Cola-Cao, así que hace lo que sea por que por lo menos le den un cacho de pan con un poco de foie gras de pato untado en él. Las dictaduras no son tan jodidas cuando las pasas con menos hambre que las democracias.

Así, Calderón es presidente con los votos por correo inmovilizados en un juzgado. Y lamentablemente, lo mejor que nos puede pasar a los madridistas es que a ningún juez se le ocurra abrir las famosas sacas, porque eso sólo serviría para que siguiésemos quedando en ridículo ante el mundo del fútbol.


Villar Mir, entretanto, haría mejor en preocuparse de que no se le queme la Torre que está construyendo en los antiguos terrenos de la Ciudad Deportiva, o en buscarse un buen abogado (seguro que ya lo tiene) que le garantice salir indemne de todas las cuentas pendientes que tiene con la justicia.

El voto por correo del Real Madrid, opina
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